Salvador Alvarado (1880-1924)
Al poco tiempo de nacer un 16 de septiembre de 1880 en Sinaloa, su familia se mudó al estado de Sonora, donde vivió gran parte de su infancia. A pesar de haber nacido en el estado de Sinaloa, se sentía también sonorense, porque es ahí, en Sonora, donde tuvo sus primeras experiencias, inquietudes, sensaciones y aprendizajes.
Una de las experiencias significativas en la vida de Salvador Alvarado surgió precisamente de observar las injusticias que existían en México durante sus años de adolescencia. El maltrato a la gente del campo y a los trabajadores en las ciudades despertó en él una verdadera preocupación por los demás. Al cumplir 23 años Salvador Alvarado se trasladó primero a Guaymas, y después a Cananea, ambas poblaciones de Sonora, con la inquietud de abrir un comercio de su propiedad, pero sobre todo, pensando en ser útil para la sociedad.
Desde joven encontró la que sería una de sus grandes pasiones: la lectura. Él consideraba a los libros como sus mejores amigos, y tanto fue el gusto que tenía por leer que incluso aprendió otro idioma para tener nuevas y diferentes lecturas de revistas, libros y periódicos. Salvador Alvarado, cansado de las injusticias que atestiguó como la represión de la huelga de los trabajadores mineros mexicanos en Cananea en 1906, comenzó a planear cuál sería la mejor forma de cambiar la preocupante situación de México. Es por eso que en 1909, cuando tenía 29 años de edad, con la inquietud de conocer la situación social y política de otras partes del país, emprendió un viaje que confirmaría en él la necesidad de iniciar una rebelión en contra de las injusticias que cometía la dictadura de Porfirio Díaz.
En enero de 1915, Venustiano Carranza encargado del Poder Ejecutivo de la Nación lo envió al sur del país. Su principal destino, era el estado de Yucatán, y su objetivo era controlar la insubordinación del coronel Abel Ortiz Argumedo, quien atendiendo más a sus propios intereses, había traicionado los ideales de la Revolución Mexicana.
Yucatán, en aquellos años, era un estado próspero debido al cultivo del henequén. Sin embargo, la riqueza derivada de la industria henequenera era distribuida únicamente entre las familias de los hacendados. Los hacendados contrataban campesinos en las poblaciones de Yucatán para cultivar el henequén, y aunque trabajaban todo el día, recibían salarios muy bajos, por lo que casi siempre los campesinos tenían que prestar dinero a los mismos dueños de las Haciendas, préstamos que por supuesto tenían que devolver con más horas de trabajo. Pocos días después de llegar a Mérida, Alvarado dejó a un lado las armas y comenzó una nueva etapa para reorganizar la vida yucateca y terminar con las injusticias que existían desde la época de Porfirio Díaz. Lo primero que Alvarado realizó fue “romper las cadenas de la esclavitud”, liberando de cualquier deuda a los campesinos que trabajaban en las Haciendas. De manera simbólica, quemó los cuadernos donde los patrones anotaban las deudas de los campesinos en las tiendas de raya.
Antes de la llegada de Salvador Alvarado no existían tantas escuelas en Yucatán, la mayoría estaba concentrada en la ciudad de Mérida. Las que habían se encontraban divididas en dos tipos: unas eran para los niños y otras para las niñas. En el campo, la situación era más difícil, había muy pocas escuelas pues a los hacendados les interesaba más que los hijos de los campesinos trabajaran como peones.
Desde los primeros meses en Yucatán, Salvador Alvarado se preocupó para que hubiera más escuelas, sobre todo en las zonas rurales y en las Haciendas. Destinó una gran cantidad de recursos monetarios para la construcción de escuelas adecuadas al grado escolar, con aulas amplias, material didáctico y libros. Su intención era que más yucatecos supieran leer y escribir, pero también que pudieran convivir con respeto y armonía. Por eso se crearon escuelas mixtas, es decir, escuelas donde asistían niñas y niños por igual. Parte fundamental de la educación son las actividades de acondicionamiento físico, recreativas y artísticas. En 1916, a un año de su llegada a Yucatán, Salvador Alvarado creó la Escuela de Bellas Artes, donde se enseñaba dibujo, pintura, música y otras diciplinas artísticas.
Salvador Alvarado no sólo era un hombre de palabra sino de acción. Las transformaciones emprendidas a los pocos días de llegar a Yucatán, crearon una ambiente de confianza entre la población yucateca. Característica fundamental de su gobierno fue el diálogo que mantuvo con la sociedad mediante diversos medios. Uno de ellos fue el diario que fundó el 25 de marzo de 1915, titulado La voz de la Revolución. En dicho diario, el 5 de mayo de 1916, se publicó “Mi sueño” un texto que Salvador Alvarado escribió, donde compartía con los yucatecos el deseo de un mejor futuro con la participación de todos sus habitantes. Sólo así, decía, con un trabajo en conjunto, se podría alcanzar un verdadero bienestar para Yucatán.
Una manera de asegurar que las transformaciones sociales siguieran su curso fue la creación de nuevas leyes. Durante los tres años de su gobierno preconstitucional, Salvador Alvarado expidió más de mil decretos, de entre los que destacan cinco que son conocidas como “Las cinco hermanas”, ya que todas ellas provenían de una sola madre: la Revolución Mexicana.
Las cinco leyes regularon diversos aspectos fundamentales en las vidas de los yucatecos. La Ley Agraria contempló una repartición equitativa de tierras para el pueblo con el fin de que éstas fueran cultivadas y de este modo, los campesinos tuvieran el sustento diario.
La Ley del Catastro, por su parte, estableció las bases para dividir las propiedades y evitar así conflictos entre los habitantes respecto a las extensiones y límites de una propiedad. En este mismo sentido, la Ley del Municipio Libre estableció las normas para la constitución de un municipio, así como lo relativo a sus límites.
La Ley Fiscal en cambio atendió lo referente a los impuestos y finanzas. Sin embargo, una de las leyes fundamentales que expidió Alvarado fue la Ley del Trabajo, ya que ella estableció, entre otros muchos derechos, que la jornada máxima sería de ocho horas; que el trabajador podría disfrutar de descansos y vacaciones; y que cada persona elegiría el trabajo que quisiera desempeñar con entera libertad.
Estas leyes conocidas también como “Las Cinco Hermanas”, sirvieron de ejemplo para la elaboración de algunos artículos de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que fue promulgada el 5 de febrero de 1917 por el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y Encargado del Poder Ejecutivo de la nación, General Venustiano Carranza.
Las leyes expedidas por Alvarado fueron pensadas para el bienestar de la sociedad, estuvieron inspiradas en los ideales de la Revolución Mexicana con el objetivo de acabar con todas las injusticias que oprimían a gran parte de la sociedad. ¿Sabías que para combatir el alcoholismo, Salvador Alvarado expidió una ley para que no se vendiera bebidas alcohólicas en Yucatán?
Los tres años que vivió en Yucatán forjaron en Alvarado una experiencia trascendental en su vida. Acostumbrado al análisis de sus acciones, escribió un libro para dejar constancia de su acontecer político en nuestro estado, titulado Mi actuación revolucionaria en Yucatán.
Luego de un tiempo dedicado al descanso, a la lectura y a la política, los vericuetos de las historia llevaron nuevamente a Salvador Alvarado hacia la lucha revolucionaria. Fue en junio de 1924, que apoyando a Adolfo de la Huerta, en un enfrentamiento contra un grupo de obregonistas, fue asesinado en un pequeño poblado del estado de Chiapas, llamado El Hormiguero.
Murió creyendo en los principios de libertad y de justicia que lo acompañaron desde su infancia y juventud. Murió con la conciencia de haber contribuido al impulso y desarrollo de su país, México; pero sobre todo, Salvador Alvarado murió con la certeza de haber cumplido con el solemne juramento de su sueño revolucionario, pues en Yucatán, impulsó un profundo cambio como en ningún otro momento de nuestra historia. Y lo hizo con creces, pese a todo.
Fuente: Casa de la Historia